El teléfono suena otra vez. Las cinco últimas llamadas han acabado
de forma casi idéntica:
-
(Prima segunda): Anda no te quejes… ¡Qué peor es no
cumplir años!
¿Qué me quiere decir?
¿Que es mejor no morirse? ¡Pues hombre claro que es mejor no morirse! Si
puede una elegir una, claro.
-
(La muerte): Buenas. ¿Nos vamos?
-
(Servidora): Joder, ¿y tiene que ser hoy? Es que justo
hoy…
-
(La muerte): Mujer, es que hoy se acaba su año mortal y
me viene fenomenal de cara a rellenar papeles. Realmente le tocaba el día 13,
pero total, son diez días que no van a ningún sitio.
Pues hombre, visto desde este punto de vista… si, prefiero
no morirme y asumir que me llamen señora, Hacer eso en el espejo de estirarte
los mofletes para atrás y resignarme con el tema de la lorza residente.
Seamos sinceros. Si a mí lo que me jode no es cumplir años. Lo que me jode, es cumplir años de mala manera.
Yo supongo que cuando eres una estrella de la pantalla (con
tu botox, tus masajes, tus cremas de a 8000 y tus modelitos de a 1500) pues no
será lo mismo.
Qué sale la “Pe” en la revista de turno con un súper primer
plano y piensas: “Qué hija de puta”. Y luego: “Anda, que no llevará esto retoque…”
Pero en el fondo de tu alma sabes, que si te hicieran a tí ese
primer cruel primer plano no habría filtros de photoshop en el planeta tierra
que te quitaran las ojeras.
Y de pronto, te acuerdas cuando ibas a un disco/pub de esos
y el tipo de la puerta te pedía el carnet.
Tú ibas tan pintada como una puerta. Que cada pestaña te
pesaba casi como un cartón de leche. Embutida en tus mejores galas, ignorando
el frío. Que ya podía ser diciembre que la minifalda caía fijo, y con media de
la fina. Tú eras súper adulta, pedirte
el carnet era el mayor agravio que se te podía hacer.
Valiente idiota era. Ahora hasta pagaría por pasar delante
de una obra y escuchar cualquier barbaridad.
Lo achacaré a que ahora no hay casi obras. Con esto de la
crisis…
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